10 de julio de 2016

Pura expresión | 2. Gris

"Ya no me importa" escribió Mark como respuesta al mensaje de casi veinte líneas que le había enviado su jefe durante la noche. Acababa de levantarse y sólo pensaba en irse a la ducha. "No la necesito, eso cosa del pasado" en el estudio tuvo que decirle esas palabras a su asistente para que le dejara pasar hasta su despacho. 
"No significa nada para mí" aclaró nada más que se abrió la puerta de su despacho. 
Su jefe entró con tranquilidad, cerrando a sus espaldas y sentándose en una silla frente a su mesa. "Tienes ojeras, ¿has dormido mal?" le preguntó Hank a su empleado. 
Mark sacudió la cabeza, "ni siquiera había visto el mensaje, lo vi esta mañana" aclaró. Hank levantó una ceja, sin creérselo. Mark no pensó en decirle que soñaba con Faith cada noche, independientemente de si tenía que trabajar con ella o no. Soñaba que ella todavía lo quería y se levantaba torturado al darse cuenta de que eso no iba a ocurrir. 
"Faith se está cambiando. Empezáis en diez minutos." Hank se levantó y fue hacia la puerta. Se detuvo con la mano apoyada en la madera "no había nadie más disponible, Mark, sabes que lo hubiera evitado". 
Mark sacudió la cabeza y repitió con firmeza lo que le había escrito aquella mañana: "Ya no me importa". Sonó convencido pese al dolor físico que sintió al escuchar su nombre en boca de otro, tras pasarse semanas simplemente escuchándolo resonar en su cabeza y en sus sueños. Hank salió y él terminó de preparar su cámara, con prisa. Aunque sabía que no iba a ser agradable, se moría por verla. La última vez apenas habían sido unos segundos en aquella discoteca. Al abrir la puerta al pasillo reconoció su olor y cerró los ojos, a los que las lágrimas acudieron al instante. Tragó saliva y apoyó la frente en la puerta. Tomando aire y asegurándose de que el líquido desaparecía. Respiró lentamente una, dos y hasta tres veces. Después se puso a caminar hasta el estudio. Cuando sus ojos se encontraron con los de ella, agradeció tener los pulmones llenos, puesto que no pudo respirar. 

...

Había cometido tantos errores en los últimos meses que no se había dado cuenta de lo retorcido de aquella habitación gris hasta ese mismo instante. Entró en tensión, erguida y con las manos pegadas al cuerpo. Él la esperaba sentado en el borde de la cama. 
"¿No quieres volver a verme y me pides que borre tu número de mi teléfono, no?" la rabia de él era como un volcán a punto de estallar. La lava se podía intuir en las venas marcadas de su cuello.
"Está mal" señaló a la habitación aunque quería abarcarlo todo. Quería señalar a aquella primera vez en que ella se había insinuado, la primera caricia, el primer beso y la primera vez que se había entregado por completo. Estaba tan mal como la segunda, la tercera y la cuarta. Y ahora que estaba enamorada de otro no quería que existiera una quinta. Sólo quería olvidarlo.
"¿Quieres que borre tu número de teléfono porque te voy a acosar?" le preguntó él. Parecía que se su piel emanaba vapor, como si se estuviera inflamando. "¿De verdad te crees tan importante? No eres más que una de tantas, más prepotente que las demás." Él se levantó y ella retrocedió un paso, alerta. "No te voy a hacer daño, estúpida. Corre, acuéstate con tu amiguita si quieres. No me importas. No significas nada para mí."
Ella asintió. No le dolían sus palabras. Rogaba que fueran verdad. Sabía que el halo de misterio que le hacía tan atractivo no ocultaba nada atrayente, que lo que había detrás de aquellas gafas cuadradas era mucho más oscuro que las paredes de aquel cuarto.